jueves, 30 de mayo de 2013

Cristo y el simbolismo del Templo




Al examinar los elementos del templo antiguo podemos observar una similitud con el Salvador. Comenzando en el atrio exterior donde se encuentra el altar de sacrificio es fácil relacionarlo con Jesús, quien como dijo Juan el Bautista “¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!” (Juan 1:29).

En el exterior también encontramos la fuente de agua donde los sacerdotes se purificaban para oficiar. Esto nos recuerda las palabras de Jesús en el pozo de Jacob: “Cualquiera que bebiere de esta agua volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré ano tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que brote para vida eterna” (Juan 4:13-14).

En el Templo de Herodes se encontraban ramas de viñas de oro adornando las puertas que conducían al lugar Santo, los que nos lleva a pensar en las palabras de Jesús refiriéndose a sí mismo: “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. . . Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto, porque sin mí nada podéis hacer” (Juan 15:1, 5). Las puertas nos recuerdan también las palabras del Señor: “Yo soy la puerta; el que por mí entrare será salvo” (Juan 10:9).

Dentro del lugar Santo había tres objetos que en silencio nos enseñaban sobre el Salvador. A la izquierda estaba la menorah, la lámpara de siete brazos, indicando la luz perfecta de Cristo, confirmando lo que él mismo nos ha dicho: “Aquél era la luz verdadera que alumbra a todo hombre que viene a este mundo” (Juan 1:9).
A la derecha, en el lugar Santo, estaban los panes de la proposición. En ellos podemos ver a Cristo, ya que él esperó que el pueblo lo reconociera como el   “verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo. . . Y Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene nunca tendrá hambre” (Juan 6:32-35).

El tercer objeto en el lugar Santo es el altar de incienso, que simbolizaba las oraciones al Padre por medio de Cristo, lo que nos evoca el papel de Jesús, siendo él el único “mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (1 Timoteo 2:5).

En el Lugar Santísimo estaba el arca del convenio que contenía tres elementos: el maná que ea el pan del cielo, símbolo ya visto con los panes de la proposición; también estaba la vara de Aarón que floreció milagrosamente, simbolizando la resurrección; y dos piedras o rocas que contenían la ley de Dios. El Señor es visto como la Roca : “y todos bebieron la misma bebida espiritual, porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo” (1 Cor. 10:4). También es llamado la Piedra en Hechos 4:10-12 “Este Jesús es la piedra rechazada por vosotros los edificadores, la cual ha llegado a ser cabeza del ángulo”.
Este artículo se suma a los otros sobre templos modernos que continúan siendo un símbolo del Salvador.  


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