Al examinar los elementos del
templo antiguo podemos observar una similitud con el Salvador. Comenzando en el
atrio exterior donde se encuentra el altar de sacrificio es fácil relacionarlo
con Jesús, quien como dijo Juan el Bautista “¡He aquí el Cordero de Dios, que
quita el pecado del mundo!” (Juan 1:29).
En el exterior también encontramos
la fuente de agua donde los sacerdotes se purificaban para oficiar. Esto nos
recuerda las palabras de Jesús en el pozo de Jacob: “Cualquiera que bebiere de
esta agua volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré ano
tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua
que brote para vida eterna” (Juan 4:13-14).
En el Templo de Herodes se
encontraban ramas de viñas de oro adornando las puertas que conducían al lugar
Santo, los que nos lleva a pensar en las palabras de Jesús refiriéndose a sí
mismo: “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. . . Yo soy la vid,
vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho
fruto, porque sin mí nada podéis hacer” (Juan 15:1, 5). Las puertas nos
recuerdan también las palabras del Señor: “Yo soy la puerta; el que por mí
entrare será salvo” (Juan 10:9).
Dentro del lugar Santo había tres objetos
que en silencio nos enseñaban sobre el Salvador. A la izquierda estaba la
menorah, la lámpara de siete brazos, indicando la luz perfecta de Cristo, confirmando
lo que él mismo nos ha dicho: “Aquél era la luz verdadera que alumbra a todo
hombre que viene a este mundo” (Juan 1:9).
A la derecha, en el lugar Santo,
estaban los panes de la proposición. En ellos podemos ver a Cristo, ya que él esperó
que el pueblo lo reconociera como el “verdadero pan del cielo. Porque el pan de
Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo. . . Y Jesús les dijo:
Yo soy el pan de vida; el que a mí viene nunca tendrá hambre” (Juan 6:32-35).
El tercer objeto en el lugar Santo
es el altar de incienso, que simbolizaba las oraciones al Padre por medio de Cristo,
lo que nos evoca el papel de Jesús, siendo él el único “mediador entre Dios y
los hombres, Jesucristo hombre” (1 Timoteo 2:5).
En el Lugar Santísimo estaba el
arca del convenio que contenía tres elementos: el maná que ea el pan del cielo,
símbolo ya visto con los panes de la proposición; también estaba la vara de
Aarón que floreció milagrosamente, simbolizando la resurrección; y dos piedras
o rocas que contenían la ley de Dios. El Señor es visto como la Roca : “y todos
bebieron la misma bebida espiritual, porque bebían de la roca espiritual que
los seguía, y la roca era Cristo” (1 Cor. 10:4). También es llamado la Piedra
en Hechos 4:10-12 “Este Jesús es la piedra rechazada por vosotros los
edificadores, la cual ha llegado a ser cabeza del ángulo”.
Este artículo se suma a los otros
sobre templos modernos que continúan siendo un símbolo del Salvador.
0 comentarios:
Publicar un comentario