Ritos y Ordenanzas en La Iglesia Primitiva
Este texto corresponde al Segundo Capítulo del Libro "El Templo en la Iglesia Primitiva" de Roberto Vinett
Este texto corresponde al Segundo Capítulo del Libro "El Templo en la Iglesia Primitiva" de Roberto Vinett
Además
de las enseñanzas de carácter más privado que tenía la Iglesia Primitiva,
también se observa la realización de ritos y ceremonias que se entregaban a
aquellos que se consideraban preparados para realizarlas. Posiblemente la
enseñanza secreta anteriormente descrita era una instrucción preparatoria para
la efectuación de ceremonias que se mantenían reservadas para los miembros más
fieles de la Iglesia.
Las enseñanzas que dejó Jesucristo a sus Apóstoles sobre las ordenanzas del Templo no fueron escritas para el público, lo que al cabo de dos generaciones permitió que estas ordenanzas se hicieran algo confusas, y no se hiciese mucha distinción entre el rito de lavamiento con el del bautismo. Hugh Nibley dice que “el Señor les dijo que ‘esto es por dos generaciones más, entonces se les quitará, una iglesia menor quedará en su lugar; ... la verdadera iglesia retornará más adelante cuando Yo regrese con mi Padre. Esto por su puesto era una doctrina que a los cristianos no les gustaba mucho. Eran muy malas noticias para la iglesia que el Señor les dijera a los Apóstoles todas esas cosas’”1. Esto provocó que estas enseñanzas sagradas se mesclaran con las enseñanzas gnósticas y perdieran la claridad original con la que el Señor las entregó, quedando un cuerpo de escrituras altamente místico entre los gnósticos.
Ritos y Ordenanzas en el Nuevo Testamento
En el Nuevo Testamento
encontramos a Juan enseñándonos sobre la ordenanza de la unción, distinta al
ungimiento con aceite para ministrar a los enfermos2, esta ordenanza
es acompañada por una instrucción completa que da una perspectiva sobre “todas
las cosas”:
“Pero la
unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis
necesidad de que ninguno os enseñe; así como la unción misma os enseña acerca
de todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, así también como os ha
enseñado, permaneced en él”3.
En el
Evangelio de Juan encontramos que el Señor en privado, reunido con los Doce les
introdujo en una ceremonia que él describió como necesaria para tener parte con
él en la eternidad:
“se levantó
de la cena, y se quitó su manto y, tomando una toalla, se la ciñó. Luego puso
agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos y a
secárselos con la toalla con que estaba ceñido. Entonces llegó a Simón Pedro; y
Pedro le dijo: Señor, ¿tú me lavas los pies? Respondió Jesús y le dijo: Lo que
yo hago, tú no lo entiendes ahora; pero lo entenderás después. Pedro le dijo:
No me lavarás los pies jamás. Le respondió Jesús: Si no te lavo, no tendrás
parte conmigo. Le dijo Simón Pedro: Señor, no sólo mis pies, sino también las
manos y la cabeza”4.
Cada Apóstol
participó de este lavamiento de pies el cual no tenía como fin simplemente
quitar el polvo acumulado por el caminar, más bien era un símbolo de servicio
entre uno y otros que el Señor les mandó que debían repetirlo entre ellos,
convirtiendo esto en una ceremonia, ya que cada rito conlleva un símbolo para
ser meditado y recordado5. No se esperaba que este rito u ordenanza
fuera practicado por toda la Iglesia, la instrucción del Señor es para que se
realizara entre el círculo de los Apóstoles. No hay más referencias al lavado
de los pies en el resto del Nuevo Testamento como los hay para otras
ceremonias, lo que confirmaría que era un rito de los que se practicaban en los
círculos más íntimos del apostolado. Quienes sostienen que esta ceremonia no
formaba parte de ningún rito que debía mantener la Iglesia no comprenden para
quiénes iba dirigida este rito, era natural que a la muerte de los Apóstoles se
terminara con tal acto y tampoco quedaran registros de Obispos u otras
autoridades ya que nadie más participaba de ellas sino solamente los Apóstoles.
Pedro,
Santiago y Juan disfrutaron de experiencias que no tuvieron el resto de los
Apóstoles, es así como en el Monte de la Transfiguración contemplaron la visión
en la que se presentaron Moisés y Elías el Profeta, ambos seres trasladados que
posiblemente venían de la ciudad de Enoc, una ciudad completa de tales seres.
No sólo tuvieron el enorme privilegio de estar en la presencia de estos dos
hombres claves en la historia del Antiguo Testamento y del pueblo de Israel,
sino más aún, sus oídos pudieron percibir con claridad la voz del Padre
Celestial proveniente de una nube de luz dando testimonio de la divinidad del
Maestro que ellos seguían. Esta experiencia fue dada en un monte, lugar análogo
a un templo, donde se hace presente la presencia de Dios, siendo esta
experiencia de carácter confidencial hasta la resurrección del Salvador. Aunque
no esté explícito en los evangelios, el Presidente Joseph Fielding Smith nos
enseñó que:
“Estas llaves
fueron dadas a Pedro, Santiago y Juan en el Monte de la Transfiguración, poder
que recibieron de parte de Elías y Moisés; confirió este último las llaves del
recogimiento de Israel. Cristo dijo a estos tres hombres, mismos que, creo yo,
recibieron sus investiduras sobre este monte que no debían mencionar esta
visión y lo que había ocurrido hasta que El no hubiese resucitado”6
Ritos y Ordenanzas entre las
enseñanzas de los Primeros Cristianos
Clemente
de Alejandría cita el Evangelio Secreto de Marcos como un documento que
contenía enseñanzas sólo para los iniciados en los misterios del Evangelio o
para quienes ya habían logrado alguna madurez en la doctrina cristiana. Hoy
sólo tenemos fragmentos de esta obra, uno de los cuales menciona al parecer el
evento en que Jesús levanta de los muertos a Lázaro.
"Y llegaron
a Betania, y había allí una mujer cuyo hermano había muerto. Llegó, se postró
de rodillas ante Jesús y le dijo: 'Hijo de David, ten piedad de mí'. Pero los
discípulos la reprendían. Jesús se enfadó y se fue con la mujer hacia el jardín
donde estaba la tumba. Y al instante se oyó desde el sepulcro una gran voz; y
acercándose Jesús hizo rodar la piedra de la puerta de la tumba. Y en seguida
entró donde estaba el joven, extendió su mano y lo resucitó. Y el joven,
mirando a Jesús, sintió amor por él y comenzó a suplicarle que se quedara con
él. Y saliendo de la tumba, se fueron a la casa del joven, pues era rico. Y
después de seis días le dio Jesús una orden; y cuando cayó la tarde vino el
joven a Jesús, vestido con una túnica sobre el cuerpo desnudo. Y permaneció con
él aquella noche, pues Jesús le enseñaba el misterio del reino de Dios”7.
El
autor consideró valioso mencionar que el joven vino a Jesús al sexto día con
una túnica sobre su cuerpo desnudo. El mencionar ese lapso de tiempo puede
indicar un periodo de preparación o meditación con oración y ayuno. Su cuerpo
desnudo cubierto por una túnica nos puede indicar una disposición a participar
en un rito que incluyera lavamiento y unción con aceite. Él permaneció toda esa
noche con Jesús siendo instruido en “los misterios del reino de Dios”,
instrucción que puede haber durado varias horas de la noche o toda la noche, y
se pudo haber escogido el horario nocturno para mantener la confidencialidad de
la ceremonia mientras otros dormían. Se puede vincular con la instrucción
entregada durante toda la noche del 21 de Septiembre de 1823 a José Smith por
el ángel Moroni mientras sus hermanos y padres dormían8.
Cirilo de Jerusalén repetidamente se refiere al
ungimiento como parte de una ceremonia primordial en el Cristianismo:
“Fuisteis ungidos en primer lugar en la frente,
para ser liberados de la vergüenza que el primer hombre que pecó exhibía por
todas partes y para que, a cara descubierta, contempléis la gloria del Señor
como en un espejo (cf. 2 Cor 3, 18). Después, en los oídos, para que pudieseis
oír los divinos misterios, de los que Isaías decía: «Mañana tras mañana
despierta mi oído, para escuchar como los discípulos» (Is 50, 4); y el Señor
Jesús, en el Evangelio: «El que tenga oídos, que oiga» (Mt 11, 15). Luego
fuisteis ungidos en la nariz, para que, al recibir el divino ungüento,
dijeseis: «Somos para Dios el buen olor de Cristo entre los que se salvan» (2
Cor. 2, 15). También fuisteis ungidos en el pecho, para que, «revestidos de la
justicia como coraza», pudieseis «resistir a las asechanzas del Diablo» (Ef 6,
14-11). Pues, al modo como Cristo, tras el bautismo y la venida a él del
Espíritu Santo, derrotó al Adversario (cf. Mt 4, 1 ss. par), también vosotros,
después del sagrado bautismo y el místico ungüento, revestidos de la armadura
del Espíritu Santo, podáis resistir contra toda potestad adversa (cf. Ef 6,
10-18), a la cual podáis vencer diciendo: «Todo lo puedo en Aquel que me
conforta», Cristo (Flp 4, 13) 9.
En este ungimiento descrito por Cirilo menciona
cómo se ungían diferentes partes del cuerpo, dejando una bendición en cada una,
obteniendo como resultado la protección contra el Adversario.
Sobre la protección física y espiritual que trae
consigo el ungimiento Cirilo nos dice:
“Pues éste es un crisma santo, salvaguardia
espiritual del cuerpo y saludable custodia del alma”9.
Cirilo vuelve a mencionar que las unciones
representan el ungimiento a todas las partes importantes del cuerpo:
“Y después, así despojados, fuisteis ungidos con el
óleo exorcizado desde los pelos de la cabeza hasta los pies y fuisteis hechos partícipes
del buen olivo que es Jesucristo. Sacados del olivo silvestre, habéis sido
injertados en un buen olivo y hechos partícipes de la riqueza del verdadero
olivo” (Romanos 11: 17-24)11.
Cirilo continúa enseñando sobre el ungimiento con
aceite consagrado de oliva que requería que el iniciado estuviese despojado de
su ropa cotidiana, encontrándose desnudo para ser ungido con este aceite. Esta
ordenanza iba ligada a un bautismo, que sin duda no era el bautismo de alguien
que recién aceptaba el evangelio, sino algún tipo de lavamiento especial,
posiblemente semejante a los re-bautismo que realizaban los Santos en Nauvoo12:
"esas cosas, que se hicieron por ustedes en la
cámara interior, fueron simbólicas. Tan pronto, como ustedes entraron, se quitaron
su túnica; Y ésta fue una imagen de abandonar al hombre viejo con sus acciones.
Habiéndose despojado de sus ropas, estuvieron desnudos. . . Luego, cuando
ustedes fueron desnudados, fueron ungidos con aceite santificado, desde los
mismos cabellos de su cabeza hasta sus pies, y de esta manera se hicieron
participes del buen olivo, Jesucristo. . . Después de estas cosas, ustedes fueron
guiados a la pila sagrada del Sagrado Bautismo"13.
Permanentemente Cirilo establece una relación entre
el aceite de la unción y el Espíritu Santo, describiendo los efectos en el alma
de la persona ungida:
“Y mientras el cuerpo está ungido con el ungüento
visible, el alma es santificada y vivificada por Espíritu Santo”.14
Después
Cirilo menciona que este mismo ungimiento es el con que se unge a sacerdotes y
reyes, siendo este el fin del ungimiento a los santos.
Ritos y
Ceremonias en las Escrituras No Canónicas
En el Evangelio según San
Felipe, uno de los principales documentos restaurados de la biblioteca
descubierta en Nag-Hammadi, en Egipto en 1945, encontramos esta referencia al
“crisma” o ungimiento con aceite, el cual se considera una ordenanza superior
al bautismo:
“El crisma es amo sobre el bautismo, ya que del crisma somos llamados
crísticos y no del bautismo. Y por el crisma, él es llamado el Cristo. Pues el
Padre ungió al Hijo, además el Hijo ungió a los apóstoles, además los apóstoles
nos ungieron a nosotros. Quien es ungido tiene todo— tiene la resurrección, la
luz, la cruz, el Espíritu Santo”15.
En
los Hechos de Tomás, se lee que el apóstol le dio a Migdonia instrucciones de
desnudar a sus hermanas y de poner sobre ellas" fajas" , después de
lo cual él las bendijo con aceite de oliva y las ungió, después le dio
instrucciones a Migdonia para que hiciese lo mismo con las demás. Él luego los ingresó
con ellas al agua y las bautizó:
“Habiendo
así orado sobre ellas, el apóstol dijo a Migdonia: Desviste a tus hermanas. Y
ellas se quitó sus ropas y se ciñó con fajas … y el apóstol tomó aceite en una
copa de plata y así dijo sobre ella:… Y habiendo dicho esto, se lo derramó en
primer lugar sobre la cabeza de Iuzanes y luego sobre las cabezas de las
mujeres, diciendo: En tu nombre, oh Jesús Cristo, que sea para estas almas para
la remisión de los pecados y para la retirada del adversario y para la
salvación de sus almas. Y mandó a Migdonia ungirles pero él mismo fue ungido
por Iuzanes. Y tener los ungía los llevó hacia abajo en el agua en el nombre
del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Y habiéndolas ungido las sumergió en
el agua en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.”16
En
otro pasaje, el apóstol unge la parte superior de su cabeza, los orificios de
la nariz, sus orejas, sus dientes, y el área alrededor de su corazón:
“Cuando ya
hubieron comido y bebido, les trajeron adornos y ungüentos, cada hombre tomó el
ungüento, y unos ungieron su rostro y otros su barba y otros otras partes de su
cuerpo; pero el apóstol ungió la parte superior de la cabeza y untó un poco
sobre su nariz, y derramó sobre sus oídos y tocó sus dientes con el ungüento, y
cuidadosamente ungió las partes sobre su corazón; y la corona que se le trajo,
tejida de mirto y otras flores, él tomó, y las puso sobre su cabeza, y tomó una
rama de de cálamo y la sostuvo en su mano”.17
El siguiente texto es
de origen armenio el cual describe un rito de iniciación cristiana como se
practicaba en esa zona alrededor del IX siglo:
“[El sacerdote] unge [al iniciado]
con aceite consagrado:
Primero [en] la frente, diciendo:
Un aceite perfumado derramado en el nombre de Cristo, el sello de los dones
celestiales.
A continuación a los ojos,
diciendo: Este sello que está en el nombre de Cristo, puede iluminar tus ojos,
tú no puedas jamás dormir en la muerte.
Las orejas: Que la unción de la
santidad sea para ti, al escuchar de los mandamientos divinos.
Las fosas nasales: Que pueda este
sello de Cristo ser para ti una fregancia natural para la vida.
La boca, diciendo: Que este sello
sea para ti un guardia puesto delante de tu boca y una puerta para guardar tus
labios.
Las palmas de las manos, diciendo:
Que pueda este sello de Cristo ser para ti un medio de hacer el bien, de
acciones virtuosas y de vivir.
El corazón: Que pueda este sello de
la santidad divina establecer en ti un corazón santo, y renovar un espíritu
recto dentro de tu interior.
La columna vertebral: Que pueda
este sello que está en el nombre de Cristo ser para ti un escudo y un broquel,
en la que seas capaz de apagar todos los dardos del fuego del maligno.
Y los pies: Que este sello divino
guíe tus pasos correctamente hacia la vida inmortal”18.
Conclusión
Los
Padres de la Iglesia han dejado abundante material de citas sobre la práctica
de algunos ritos, como el ungimiento con aceito de oliva, el cual era untado en
diferentes partes del cuerpo, acompañado de una bendición correspondiente a
cada ungimiento. Se desprende de esas declaraciones que esta ceremonia era
altamente sagrada, concordando a lo enseñado en el Nuevo Testamento sobre esta
práctica. Las escrituras no canónicas de esa época, pero descubiertas en el
siglo XX tan testimonio de tal acto sagrado al interior de la Iglesia.
Notas
1.
Hugh Nibley, Temple and Cosmos, pág. 298
2.
Santiago
5:14
3.
1 Juan 2:27
4.
Juan 13:4-9
5.
D&C 88:138:141
6.
Joseph Fielding Smith, Doctrina de
Salvación II, pág. 94, Editado por Bruce R. McConkie.
7.
Primer fragmento del Evangelio Secreto
de Marcos.
8.
José Smith Historia 47
9.
Cirilo, Catequesis XXI
10. Cirilo,
Catequesis XXI, 7
11. Cirilo,
Catequesis XX
12. D.
Michael Quinn, The Practice of Rebaptism at Nauvoo, BYU Studies 18:2. No sólo
en Nauvoo se realizaron re-bautismo, cuando los Santos ya se establecieron en
Utah y edificaron Templos, en ellos practicaron por un tiempo un bautismo
ritual que tenía diversos propósitos. Una carta de los Doce Apóstoles difundida
en una publicación de los comienzos de la Iglesia fechada el 15 de Enero de
1845, describe el templo y comenta que la pila bautismal había sido quitada
recientemente en reemplazo de una permanente.
Se cita: “…se ha construido una pila en la base del templo, para el bautismo
por los muertos, la sanación de enfermedades y otros propósitos.” (Times and
Seasons, 15 de Enero de 1845, Vol. 6, p.779).
13. San
Cirilo, Homilía II, Catequesis 20:2-4
14. San
Cirilo, Homilía III, Catequesis 21:3, 6
15. Evangelio
Según San Felipe 101
16. Hechos
de Tomás 157
17. Hechos
de Tomás 5
18. Edward
C. Whitaker and Maxwell E. Johnson, Documents of the Baptismal Liturgy, citado
en The Israelite Temple and the Early Christians, Matthew B. Brown
0 comentarios:
Publicar un comentario