Tomado de Estudio SUD
En los primeros Templos construidos en Utah se realizaron ordenanzas de curación de enfermos, en las cuales algunas incluían el bautizarse o rebautizarse en las pila bautismal del Templo. Las siguientes citas muestran esta costumbre en los Templos de Saint George y Manti.
En el Templo de Saint George
Una carta de los Doce Apóstoles difundida en una publicación de los comienzos de la Iglesia fechada el 15 de Enero de 1845, describe el templo y comenta que la pila bautismal había sido quitada recientemente en reemplazo de una permanente. Se cita: “…se ha construido una pila en la base del templo, para el bautismo por los muertos, la sanación de enfermedades y otros propósitos.” (Times and Seasons, 15 de Enero de 1845, Vol. 6, p.779).
De acuerdo a William Clayton, la práctica comenzó en el día que fue dedicada la pila bautismal, él escribe: El Hermano Samuel Rolfe, que estaba seriamente afectado con un panadizo en una de sus manos, estaba presente. El Presidente Smith le instruyó lavarse en la fuente y le dijo que la mano sería sanada.
Los doctores le dijeron que él no se recuperaría antes de la primavera, y se le aconsejó amputar la mano. El hundió su mano en la fuente, y dentro de una semana estaba perfectamente sana.
Después de ese momento los bautismos continuaron en la fuente, y muchos Santos recibieron grandes bendiciones tanto espiritual como corporalmente. (Andrew Jonson, el Registro Histórico, Vol. 8, p.862.)
Otro organismo de los comienzos de la Iglesia, declaró que seguido del bautismo ocurrieron muchos milagros de salud en el año 1841: “A fines de 1841, se construyó una pila bautismal en la base del templo… fue construida para el bautismo por los muertos.
La primera persona que ofició para los muertos en esta pila fue Reuben McBride. Siguieron las milagrosas curaciones de los enfermos en la observancia del sagrado rito, fortaleciendo la fe de los Santos.” (El Semanario Deseret, Vol. 44, p.524.)
Los minutos de la conferencia del 6 de Abril de 1842, recordó “El bautismo por los muertos y para la curación del cuerpo deben hacerse en la fuente…” (Times and Deasons 6 de Abril de 1842, Vol. 3 p. 763)
Hubo muchos milagros y poderosas manifestaciones e importantes sanaciones en el Templo de St. George. Solamente mencionaré los siguientes casos: el Hermano George Jarvis era un hombre muy enfermo. El debía ser llevado a la fuente, donde fue bautizado y confirmado por su salud, y fue sanado, se pudo ir caminando desde el Templo hasta su casa. Su casa quedaba a unas cuatro pequeñas cuadras, o más de media milla desde el Templo.
Un hermano anciano de nombre Yardley de Beaver, vino al Templo. El estaba muy sordo, era muy dificultoso para él escuchar o entender lo que le decían. Después de haber sido administrado, el pudo escuchar, tanto así que el pudo escuchar el tic del reloj claramente.
La Hermana Ellen B. Matheny de Fillmore, quien había sufrido una gran aflicción por siete años, estaba postrada y sólo podía caminar con ayuda, recibió su salud. Ella subsecuentemente fue llamada como obrera en este templo, hasta donde ella recuerda sirvió además en el Templo de Manti en 1888. Ella estaba en el época en que su delicada salud estaba muy demacrada; pero ahora había recuperado su contextura física.
A lo largo de muchas sanaciones importantes en respuesta a las oraciones se encuentran las siguientes: El Profesor J.A. Whitelock había sido empleado en la Escuela Central en St. George. Después de cumplir sus compromisos, él y su esposa, Amanda, regresaron a su antigua casa en Filadelfia. Mientras estaban allí, su pequeña hija Perla llegó a enfermar violentamente y fue tan devastadora que llegó a quedar esquelética. Según las eminencias físicas diagnosticaron que ella moriría, al igual que todos los amigos. El Hermano Whitelock nos telegrafió pidiéndonos que oremos por ella en el Templo de St. George, lo cual fue hecho, y la niña sanó instantáneamente. Lo más impresionante fue la manera en que la carne regresó sobre sus huesos, tanto así que aquellos que la vieron en la mañana, contemplaron una saludable, alentada y amorosa niña. Ellos escribieron una extensa carta con los detalles de su sanación, cuya carta se leyó a los acompañantes en el Templo, y además a la congregación en el Tabernáculo en St. George el Reposo siguiente.
Muchísimos fueron sanados, y no recuerdo alguna persona que venga aquí, durante un periodo de once años en el que estuve laborando allí, que no haya recibido los beneficios de la administración del Sacerdocio. (M. F. Farnsworth, El contribuyente, Vol. 16, pág. 63-64).
John D.T. McAllister, testificó de las milagrosas sanaciones en la Casa del Señor en St. George.
La Hermana Stevens de Shonesburgo, quien había sido inválida por años, recibió grandes bendiciones en ese sagrado lugar.
El Padre Yardley, mientras vivía en Beaver, había perdido su audición. El fue bautizado y confirmado por Elder David H. Cannon. Su oído fue completamente restaurado.
El Hermano Joseph Hammond de St. George tenía muy mala su vista. El vino a nosotros y lo ungimos. Sus ojos fueron sanados y se hicieron fuertes otra vez.
Hay cientos de personas que pueden testificar del poder de Dios que se manifestó en su Santa Casa, de acuerdo a las oraciones de Sus siervos quienes poseían el Santo Sacerdocio. (La Vida de Jonathan Hale, pp. 170-171).
Una fiel hermana en la iglesia, Lucy B. Young, esposa de Brigham Young y obrera en el Templo de St. George, poseía el don de sanación y ejercitaba grandes poderes espirituales acompañados de grandes milagros. Cuantas veces los enfermos y afligidos han venido sobre sus camas a ese templo y a la vez la Hermana Young siendo llamada para tomar a los afligidos bajo su cargo inmediato, como todos sabemos el maravilloso poder que ella había obtenido a través de tantos años de ayuno y oraciones en el ejercicio de su don especial. Cuando sus manos se pusieron sobre la cabeza de otro para bendecir. Las palabras de inspiración y profecía personal que fluyó de sus labios eran como una corriente de fuego vivo. Una hermana quien no podía caminar, se había arrastrado por doce años y bajo la jovial fe de la Hermana Young ella fue, a través de las ordenanzas diarias, completamente sanada de su aflicción. Muchas mujeres que no podían tener hijos, buscaron las oraciones y fe de la hermana Young en sus deberes del templo y después se tornaron, como Ana de la antigüedad, para traer sus hijos prometidos para recibir más adelante las bendiciones en el templo. La cantidad es incontable de casos de enfermedad y dolencia sanados por el poder de Dios bajo las manos de la Hermana Young. Nadie era demasiado alto, nadie demasiado bajo, nadie demasiado pobre, nadie demasiado enfermo para ejercer su fe. Este don aún está con ella, y ella lo ejerce humilde y poderosamente. (The Salt Lake Tmeple History Record , Octubre 1, 1889).
En el Templo de Manti
Moses F. Farnsworth, cita este acontecimiento: Mencionaré un particular caso de sanación ocurrido en el Templo de Manti. El hermano Joseph V. Robisin de Fillmore, estaba afectado con cáncer. Le había comido toda su oreja derecha, y en su boca y en su cara. El estaba en una condición muy mala. El cáncer había avanzado tanto que había hecho fracasar todos los esfuerzos médicos.
El vino al Templo el 22 de Septiembre de 1891, y fue ungido con Aceite Consagrado, y fue administrado por los hermanos, donde habían siete de ellos en la habitación. Yo lo ungí, y el Hermano Lund selló la unción, reprendió al cáncer. El fue sanado, y ahora está saludable y fuerte, su testimonio indica que el es un buen hombre. El agradecido adora al Señor por Su maravillosa benevolencia y bondad por sanarlo de esa repulsiva aflicción. Ha habido muchos milagros de sanación, pero no hemos tomado notas de esas cosas, para que el testigo viviente testifique del poder y bondad de Dios a sus hijos. (The Contributor, Vol. 16, p.66).
Y John D. T. McAllister, antiguo presidente del Templo de Manti, relata historias de sanaciones y manifestaciones que ocurrieron en esa Casa del Señor: En el Templo de Manti, el poder de Dios se manifestó en sumo grado. Estuve presente en los servicios dedicatorios. En la reunión de apertura en el salón celestial escuché lo que pareció ser un coro cantando. La música era celestial. Le pregunté al Hermano que estaba a mi izquierda si había alguna serenata afuera. El dijo que no sabía de nadie. El sonido vino al principio de la dirección de la esquina sudeste, y mientras el Presidente Lorenzo Snow estaba hablando del estado celestial ellos parecían estar detrás y sobre él. Yo estaba estremecido con la música, no pude entender las palabras; la armonía era perfecta. Me dije, “Si el Hermano Snow escuchó esa música él no podría hablar ahora.”
Muchas personas han sido sanadas de sus dolencias y enfermedades en este Templo, y han realizado el cumplimiento de todas las promesas hechas a ellos por los siervos del Señor actuando en Su nombre y en la autoridad del Santo Sacerdocio.
Los médicos le dijeron a la Hermana Honorine Matilda Anderson que nunca daría a luz un hijo vivo, después de haberle sacado dos con instrumentos. Ella vino al Templo de Manti el veinte y seis de Marzo de 1894, y fue ungida en preparación a su parto. Se le prometió que ella daría a luz un hijo vivo. El catorce de Junio ella dio a luz con muy poco dolor a una saludable hija que pesó once libras y media. Aquí tomará lugar repetir las palabras de la Hermana Helena Madsen de Gunnison quien escribió en relación al asunto: “Este es el precioso testimonio de la misericordia y poder de nuestro Padre Celestial, indudablemente fortalecerá la fe de muchos.” La hermana Anderson y su hermoso bebé gozan de la más perfecta salud por completo. (The Contributor, Vol. 16, p.147-148).
Finalmente, J. V. Williams relata este caso de sanación en el Templo de Manti:
Para la fortaleza de los Santos quienes pueden estar afligidos con alguna enfermedad, les presento el siguiente caso notable, el cual vino bajo mi conocimiento personal:
La Hermana Karren Rich había estado postrada en cama por cinco años con una enfermedad la cual había comprometido el sostenimiento de su sistema por completo. Ella no podía girar por si misma en la cama durante este tiempo y además requería ser atendida por familiares y amigos compasivos quienes la cuidaron como si ella fuera una lactante. Ella tenía un gran deseo de ir con su esposo, Elder Jens J. Rich, al Templo de Manti para efectuar algunas ordenanzas a favor de sus familiares y amigos fallecidos. Ellos obtuvieron una recomendación del Obispo para ese propósito y partieron a Manti el siete de Julio. Uno de sus nietos se comprometió a manejar la carreta. La hermana Rich debía ser subida al carretón donde debía ser acostada en una cama que había sido preparada para ella. Entonces comenzó su la jornada de su viaje. Cuando aproximadamente dos millas de distancia de Monroe los conocí, donde ellos detuvieron su carreta y tuvimos una breve conversación. Les dije, “Supongo que ustedes están en la ruta hacia la Casa del Señor en Manti.”
“Si,” contestó el Hermano Rich, “si pudiéramos vivir solamente para llegar allí”. Continuando, el dijo “Hermano Williams, ¿Podría usted orar al Señor para que El nos dé las fuerzas para llegar a Manti y hacer alguna obra por nuestros amigos fallecidos?”
Yo contesté que si podría, y más allá que yo podría profetizar en el nombre del Señor que ellos llegarán bien y que la Hermana Rich sería bautizada para su sanación y regresará del Templo a su casa como una mujer sanada.
Ella contestó que ella esperaba que así sucediera. Les estreché mi mano con un “Dios les bendiga”, y nos separamos, Me iba a casa y ellos prosiguieron hacia Manti. Después de nuestra separación comencé a temer y a temblar cuando reflexionaba sobre la promesa que les había hecho, pero esta sensación pronto me dejó y llegó a ser placentera y me satisfizo la inspiración que el Señor estaba dispuesto a cumplir la promesa que yo había hecho.
El hermano y la Hermana Rich fueron al Templo y ella se bautizó para su salud. Tan pronto como ella salió del agua y fue confirmada, ella restauró su salud, y hasta el día de hoy está en completo vigor de mente y cuerpo y regocijada en el Evangelio de Jesucristo. Siete años han pasado desde este momento, y pienso que ella ha sido bautizada y sido investida y sellada por aproximadamente quinientas personas durante este periodo, su salud aún es más que excelente. Ella está deseosa de ir al Templo otra vez tan pronto como ella pueda obtener la manera de hacer el viaje. Pienso que ella ahora está pronta a cumplir los setenta y seis años de edad, ella es tan activa y vivaz en sus pies como muchos de nuestros jóvenes de diez y seis años.
Su esposo asistió a una obra memorable mientras estaba en el Templo sobre la ocasión mencionada, pero brevemente según esto se enfermó y murió.
Muchas personas en este barrio de Monroe, donde vivía la Hermana Rich, pueden testificar de la veracidad de lo declarado aquí. (The Contributor, Vol. 16, p.312).
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